martes, 31 de enero de 2006

Mareos


Eso lo que le entra a uno cuando, distraídamente, hojea la guía oficial de la FIFA pre-mundial y mira los candidatos de Brasil para el once titular. Roberto Carlos, Cafú, Lucio, Zé Roberto, Kaká, Robinho, Ronaldinho, Ronaldo, Cicinho, Juninho Pernambucano y Adriano. Estos son los que levantan al respetable del asiento. Por supuesto, el resto tampoco son cojos.
Esto quiere decir que, en un partido que se ponga difícil, pongamos que pierden de 2 en el minuto 55, podrían entrar al campo Adriano y...no sé, Juninho. Si aún así no hubiera manera, y suponiendo que los laterales ya estuvieran jugando de extremos, pues nada, siempre puede aparecer Alex del Fenerbahce, Adriano del Sevilla, Cicinho haciendo de atacante, Mancini de la Roma, etc. Como dijo Valdano un día, Brasil A podría jugar la final del Mundial contra Brasil B. Pero lo mejor de este equipo es que es imposible que no jueguen al ataque y espectacular. No pueden evitarlo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Una de dos, o juegan todos o quien esté en el banquillo (Adriano, por ejemplo) acabará despotricando.

Anónimo dijo...

Lo que me pregunto es cómo puede ser que entre tanta estrella no se acaben estrellando como el Madrid...

El Barça de este año también ha demostrado que con jugadores de planta descomunal puede haber feeling durante un montón de temporadas... Debe llevarse en la sangre, o en la piel. O debe ser un asunto de ser jugadores de verdad, y no hombres anuncio... no creeis?

Anónimo dijo...

Siguiendo con el pesado de Valdano, acerca de los suplentes decía: "Los suplentes suelen ser los primeros en ducharse. Huyen, no quieren compartir y desean que se les note el fastidio. En realidad el problema sólo admite dos respuestas: o lucha o no lucha, pero a veces el jugador pone la agresividad en el sitio equivocado... Es el síndrome del suplente,... pero que produce desencuentros frecuentes entre entrenadores y jugadores... Yo entendí hace tiempo que las explicaciones resultan vanas porque el jugador quiere jugar, no saber el motivo por el que no juega. Incluso parece predispuesto a no creer las razones, no siempre justas y a veces hasta peregrinas que le damos los entrenadores. Mostrar el desacuerdo es la estética de una rebeldía universal, acatar la decisión forma parte de la dignidad profesional." Hay que ver lo que me carga este pájaro con su retórica vaga de sicoanalista porteño.

Anónimo dijo...

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