A pesar de ser comparado con Maradona -etiqueta que suele hundir invariablemente al más dotado de los argentinos, entre ellos Burrito Ortega, Muñeco Gallardo, Saviola o el mismo Aimar, tan buen jugador que parece que siempre puede dar más de sí-, Messi sigue sorprendiendo, parece que no le pesa la comparación, ni compartir cartel con Ronaldinho, tampoco le importa conducir el balón en lugar de pasárselo a Eto’o, que suele pedir todo lo que pasa cerca de él, no entra al trapo con nadie y aún no ha habido defensa que lo anule. A través del televisor parece un jugador de los años 60 o 70, cuando algunos partidos se filmaban con tomavistas y los pies iban tan rápido como el balón. Pero por encima de todo, Messi es algo que el fútbol ha ido perdiendo irremisiblemente, y eso es EL REGATE (con mayúsculas). Piensa en los grandes equipos y piensa en un jugador que regatee…tic-tac-tic-tac…¿ya?
Bien, uno por uno. ¿La Juve? De uvas a peras Del Piero, si le dejan puede que Mutu (ayer marcó dos goles) y en jugadas inverosímiles Ibrahimovic. ¿En el Bayern? Por tradición nadie, aunque a veces a Zé Roberto se le escapa el gen brasileño y quiebra a alguien. ¿El Arsenal? Pues aunque no lo parezca, regate puro y duro puede que Reyes; Henry corre al espacio y la toca con el interior al palo largo (si yo fuera portero de la Premier me tiraría antes de que chutara), pero regatear poco, muy poco. ¿El Madrid? Zidane, que no se prodiga mucho, y Robinho, aunque sus bicicletas suelen acabar en nada, al más puro estilo Denilson. ¿El Chelsea? Robben y Joe Cole; Duff hace el regate inglés, auto pase largo y a correr, lo mismo que Wright-Phillips. ¿Manchester? Aquí sí, Cristiano Ronaldo, driblador nato, como Figo en el Inter y Joaquín en el Betis ¿Milán? Rui Costa a veces, Kaká es tan listo que a veces ni tan siquiera necesita regatear. ¿Y el campeon de Europa, el Liverpool? Nadie, y siendo generosos (mucho), hablaríamos de Kewell. Y poco más. Por supuesto, Ronaldinho también cuenta.
El regate suele tener mala fama. Sinónimo de individualismo, de no jugar para el equipo, de anarquía, de lucimiento personal y de vivir sólo para contentar al respetable. Ya hace tiempo que está bajo sospecha. Su problema es que muchas veces no acaba en gol y el resultadismo no perdona.
Para reconciliarse, nada mejor que este vídeo del blog del propio Messi. Y ahora que alguien se atreva a criticar el regate y el desparpajo. Hasta Capello (uno de los responsables del juego rácano que hoy vivimos) quiso ficharlo después del Gamper, cuando descoyuntó repetidas veces la cadera de Fabio Cannavaro.
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