Me gustó mucho
este artículo de Martí Perarnau ayer en el Diario Sport. Básicamente dice que, históricamente, el Barcelona ha basado sus ciclos de triunfos y buen juego alrededor de un entrenador, mientras que el Real Madrid lo ha hecho alrededor de los jugadores.
(Dejo el texto íntegro por si no linka bien).
Muchos comentaristas reclaman la llegada de un crack, al parecer imprescindible para que el Barça pueda competir con éxito tras la limpieza de los establos. Yo no opino igual. Veo positivo el fichaje de un crack (si es que queda alguno), pero no me parece imprescindible. Y no me lo parece porque los grandes equipos del Barça nunca se han edificado a partir de un crack, sino de un entrenador.
A simple vista parece que fue Ronaldinho el pilar del equipo fabuloso que tocó el cielo en París. Pero en realidad, ese pilar fue Rijkaard. Así ha sido siempre en el Barça, incluso en los tiempos en que el entorno no existía y la prensa vivía el fútbol con retraso. Los grandes equipos blaugrana siempre se nuclearon a partir de un entrenador: Fernando Daucik, Helenio Herrera, Rinus Michels, Johan Cruyff, Frank Rijkaard. Todos ellos crearon máquinas de jugar y ganar, en las que finalmente siempre destacó más el colectivo que el individuo. No significa que no tuvieran en sus manos excelsos futbolistas: Daucik alineaba a los legendarios, de Ramallets a Manchón pasando por Kubala; HH dispuso de Suárez y los estertores del gran Laszi; Michels jugaba con el mejor Cruyff (en cuentagotas); el propio Cruyff construyó nada menos que el Dream Team; y, finalmente, Rijkaard aglutinó el mayor talento visto sobre un estadio. Pero, en su esplendor, ninguno de estos equipos míticos se vio superado nunca por la individualidad del crack. Fueron maquinarias de precisión y no simples genios esparcidos por la hierba.
Desconozco por qué le ocurre eso al Barça y, sin embargo, le sucede lo contrario al Madrid. Los históricos éxitos merengues siempre llegaron de la mano de un jugador: Di Stéfano y sus Copas de Europa; Butragueño y su quinta; Raúl y su eternidad. En el súmmum, los ‘galácticos’ fueron la quintaesencia del modelo madridista: individuos por encima del equipo. Alguien podrá argüir que el carácter catalán prima el asociacionismo y el madrileño la individualidad. Quizás. Pero no son relevantes las causas, sino el diagnóstico.
El gran Barça se levanta sobre un entrenador y el Madrid sobre un futbolista. Así que bienvenida cualquier estrella, pero que nadie olvide la cruda realidad: en el Barça, los cracks no construyen equipo. Lo perfeccionan. Quien edifica el éxito es el entrenador.