Antes de que se celebre el torneo y todos empecemos con el cuento de la lechera avanzo mi pronóstico: favorito para la Champions, el Chelsea. Y tiene muy poco que ver con lo futbolístico.
Podemos empezar a hablar de jugadores, tácticas, entrenadores y rivales, y en un punto u otro todos tendremos razón, pero los títulos suelen ganarse, la mayoría de las veces, por muchos otros motivos y por algo tan poco definido como 'el momento en que toca'.
Al Chelsea le toca. Sin mirar los datos y tirando de memoria, en los últimos años ha jugado tres semifinales, una final y ha caído en octavos frente al Barça que fue campeón. La columna del equipo -Cech, Terry, Carvalho, Essien, Lampard, Drogba- se mantiene. Y Hiddink es perro viejo en torneos cortos. Pero lo más importante para considerarlo favorito es que el Chelsea es un equipo con fecha de caducidad, y lo más probable es que lo haga este verano.
La edad de los jugadores empieza a ser un lastre y casi todos ellos están o han estado envueltos en rumores de fichajes y renovaciones difíciles -caso de Lampard en verano y algo que no sucede en clubes con un proyecto definido-, la provisionalidad del entrenador -ha firmado hasta final de temporada, demostrando lo anterior, la falta de proyecto-, los recientes fichajes -lejos de las campanillas y millonadas de los tiempos iniciales del ruso-. Todo da sensación de final de ciclo, de ahora o nunca. Y eso es peligroso para rivales que, de una forma u otra, pertenecen a clubes más estables, envueltos en ciclos a priori más largos -no pasa nada si Barça o Arsenal o Manchester United no ganan la Champions, hay equipo para el futuro-.
Y todo sin tener en cuenta la crisis financiera mundial, que de una forma u otra afectará primero a los clubes de magnates que un día decidieron darse un capricho en forma de club de fútbol (ese City que aparte de Robinho sólo ha llenado portadas con cifras estraotésfericas para acabar fichando Bellamyes).
Los jugadores saben que es ahora o nunca, y en cuanto Abramovich tenga la orejuda veremos que pasa.
En este sentido, el Chelsea me recuerda al Olympique de Marsella campeón de Europa en el 93. Era un fin de ciclo, Papin, el icono del equipo, se había ido al Milán para ganar la Copa de Europa -que luego perdería en la final ante el OM, cosas del fútbol-, el equipo ganaba en Francia pero ya no era aquella superioridad de otros años -tema sobornos aparte-, el juego había dejado de tener la vistosidad de antes aunque mantenía la columna y también había un entrenador modelo perro-viejo (tenía más de 70 años) en el banquillo, Raymond Goethals.
Como siempre esto no es más que una teoría, pero como casi siempre también, la Copa de Europa-Champions se gana dejando al fútbol de lado, al menos en las fases finales (Rooney y Tévez tapando bandas, Helguera de libre o Van Bommel-Edmilson de titulares, por nombrar algunos ejemplos).